lunes, 26 de julio de 2010

Ídolos



Nunca he sido de idolatrar, casi siempre me guío por gustos irracionales y que dependen más del detalle que de la trayectoria. Mi rojiza piel avilesina tiene bastante de eso que llaman cultura latina: soy muy de impulsos. Quizás demasiado.

Evidentemente, aunque de base irracionales, casi todos mis favoritos tienen un denominador común: rara vez son líderes. Ir con el ganador, con el más guapo, con el que más tiene, resta del resultado final un porcentaje enorme de alegría. Una victoria inesperada es mil veces más placentera que una probable. Alex Zülle -miope ciclista suizo de los 90-, el Inter de Milán, o el mismo Luigi, hermano de Mario. Personajes o equipos grandes y admirados, pero más habituados a la segunda que a la primera fila. Con algo de malditos. En los 60 hubiese sido de Ringo.

Para confirmarlo tuvo que llegar la excepción. No me acuerdo de cómo pasó, la metástasis fue paulatina, pero al fin llegó el día: yo ya no era del Madrid, mi equipo debía de ser el Avilés. No sé si influyó más el hecho de que el Real Madrid triunfase demasiado -me incomodan los buenos momentos-, que mi abuelo empezase a llevarme a ver algunos partidos a Llaranes o mi histórica -y a menudo enfermiza- defensa de todo lo relacionado con Avilés. Pero es mi único sentimiento que puedo defender con razón (mi razón): me gusta el fútbol y soy de aquí. Nunca la lógica aplastante es tan romántica como en el deporte.

No sé si me quedan ídolos por conocer, empecé diciendo que me cuesta creármelos, pero estoy casi seguro que con ninguno, si llega, alcanzaré el nivel de admiración que tuve, tengo y tendré por Raúl. Ningún deportista español llegó tan lejos con tantas limitaciones. Ninguno de mis malditos ha conseguido tanto a base de ganas. No pienso entrar en discusiones con los antirraulistas, sé quienes son y por qué lo son, mucho menos si se consideran madridistas: no me apetece ponerme imbécil. Sólo lo hacen más grande.

Para acabar una idea que digo mucho y que no sé si se entiende. El fútbol es tan grande gracias a Ronaldinhos, Cristianos, equipos grandes y aficionados que se suben al carro en los buenos momentos. Sin ellos no llegaría tan lejos y su repercusión sería mucho menor, pero sin los románticos, entre los que me incluyo, el fútbol no existiría.

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