martes, 31 de agosto de 2010

¿Presumes o careces?

Soy muy de la teoría del absurdo. Es fácil. Llevar una situación habitual a términos exagerados conlleva partir de la falta de rigor absoluta, sí, pero si algo falla en el extremo, suele chirriar también en lo común. ¿Pulsarías un botón rojo por 100€ sabiendo que morirá una persona al azar en el mundo? ¿Y cien muertos por 10.000€? ¿Lo equivalente al holocuasto y forrarte en euros? Stop.

Algo parecido pasa con las loterías. Excepciones al margen, el dinero que ganarías al haber adquirido todos los boletos o combinaciones posibles, asegurándote todos los premios, sería claramente inferior al que te habrías gastado cubriendo todos los posibles resultados. ¿Merece la pena?

En términos numéricos la teoría del absurdo se entiende a la primera, pero suele ser aún más aterradora sin cifras de por medio. Demostración. Todos presumimos y no me parece mal, es casi inevitable -aún creo en Darwin-, la cuestión es sobre qué. El repertorio es infinito: he visto a gente jactarse de calzar un 47, allá cada cuál, cada uno es libre de saber qué y cómo lo busca, pero a veces se da con el efecto contrario al deseado.

Tiempo atrás, no hace ni un siglo, las diferencias entre nosotros eran mucho mayores, presumir y dar a conocer tu buena posición era común y, con valores cuestionables, aconsejable. Las cosas han cambiado, existen las mismas diferencias, pero lo importante lo tenemos casi todos asegurado. En juego sólo queda el lujo. Aún así, sigue siendo más o menos habitual ver a gente presumiendo de estos lujos. Y digo presumir, no utilizar. Me cansa la falsa modestia y creo que hay que gastar y aprovechar lo que se tiene. No voy por ahí.

Voy al absurdo. A si merece la pena. ¿Es interesante dar a conocer de primeras a la gente de la que te rodeas tu currículum de posesiones o facilidades? Cada vez se ve menos y lo entiendo, estoy convencido de que, desgraciadamente, los braguetazos seguirán uniendo y que Andrés no dejará de ser popular por el interés, pero no es rentable. El absurdo es genial.

Imaginad a Manolo, modesto coruñés; ganador de un safari por Kenia en un sorteo de Carrefour, saliendo del jeep, metiéndose entre la gente. La situación es totalmente nueva para él y Manolo, agradecido por el recibimiento que le han ofrecido, cree que es el momento de agradarles. No sabe cómo pero Manolo quiere parecer un tío amable, ganárselos para siempre. Convencido, Manolo empieza a explicarles a los indígenas que, con lo que él se gasta en la tragaperras a la hora del café, podrían comer todos los pueblos en 50 km a la redonda durante un par de años. Es más, insiste, si él y sus amigos dejasen de fumar y donasen los ahorros a la causa, quizás en unos años en Kenia la esperanza de vida alcanzase los 45.

No sé nada de sociología. Menos aún de sociología keniata: la reacción de dicho pueblo me parece totalmente imprevisible. Eso sí, si tuviese que apostar, creo que antes de ver a un grupo de indígenas contentos y con ganas de juntarse y seguir escuchando a Manolo, estaríamos más cercanos de un nuevo 11-S, esta vez contra la torre de Hércules. Y yo lo aplaudiría.

jueves, 19 de agosto de 2010

Future simple

Mis veranos ya no son lo que eran. No me domina la rutina. Hasta este verano, y desde que soy consciente, a estas alturas siempre sabía lo que me esperaba cuando el sol se apagara. Exámenes de septiembre, ponerme objetivos casi siempre incumplidos de aprobar tantas asignaturas, e ir de fiesta en fiesta sin pensar en nada más.

Pero ya no es así. Ahora estoy solo, la inercia ya se fue. Dependo de mí y no de lo supuesto. Una vez acabada la carrera es momento de tomar decisiones. El camino obvio no me gusta. No tengo ningún interés en ponerme en plan aspersor a escupir currículums. Trabajar en algo de lo mío me da pereza, y acercarme al inevitable futuro de nómina, familia y paella los domingos me da poco menos que escalofríos. Sudores fríos.

Lo que realmente quiero es pasarlo mal: probarme. Yo me entiendo. El cuerpo me pide irme y no depender de nadie más que de mi mismo, conocer sitios y también personas, sobre todo eso. Lejos. Fumar cigarrillos en tres caladas por los nervios. Tenía que buscar, que elegir, y no sabía ni como empezar. Como siempre, dependí de los detalles, mi futuro más cercano pasa por conseguir acceso a dos masters que conocí por casualidad.

Periodismo en El País o Comercio Exterior con beca de dos años en el extranjero posterior. El primero me asegura no arrepentirme de no haberlo intentado y el segundo me ofrece vivir la que sería la experiencia más importante de mi juventud. Ambos constan de pruebas de acceso. Para el de El País debería de escribir un buen artículo sobre por qué quiero estudios periodísticos y luego seguir cumpliendo en varias entrevistas en español y en inglés. Para el segundo hay que pasar cuatro pruebas y estar entre los 250 mejores. El mayor corte está superado, pero en unas semanas tengo el examen de inglés: mi punto débil. Vale que domino el inglés más que la media española, correcto, pero me veo lejos del supuesto nivel del examen. Confío en la España profunda y en el agravio comparativo.

En caso de poder elegir a día de hoy me veo más cercano al segundo, es más difícil acceder y me asegura, si todo sale bien, al menos tres años más de vitalidad: un año en Madrid y otros dos fuera de España. Desecharía la opción periodística directa, pero ¿y si me aceptan artículos que enviase desde mi por qué no exótico destino? Si no creo yo en mí, no van a creer los demás. Y harían mal.

Otra posibilidad tampoco descartable es no poder entrar este año a ninguno de ellos. Sería volver a sentirme solo, volver a pensar. Pero quizás me apetezca vivir puteao una temporada en por ejemplo Londres. Sirviendo gin tonics. En fin, incertidumbre extrema y ausencia total de consciencia de dónde me despertaré dentro de seis meses. Sí, creo que empieza lo bueno.

viernes, 13 de agosto de 2010

De palomas, toros, y demás hipocresías


El Ayuntamiento barcelonés acaba de adjudicar a la empresa Colomba Control el contrato para la captura y sacrificio de 64.700 palomas hasta diciembre de 2011, que se sumarán a las 23.000 que se han eliminado en lo que va de año.

Las aves son capturadas por medio de redes y jaulas trampa en las zonas de mayor presión urbana de estos animales para posteriormente ser asfixiadas con C02.


Hace tan solo unos meses esta noticia habría pasado inadvertida para la sociedad, colectivos en defensa de los animales al margen. La superpoblación de estas aves en Barcelona, con una densidad muy superior a la habitual e incluso a la recomendable, necesitaba de medidas de actuación. De exterminación. Es algo que personalmente entiendo perfectamente. Las palomas en exceso son molestas y según que expertos insalubres. Invaden nuestro placer. Fuera con ellas.

¿Por qué toma importancia entonces la noticia? Por lo hipócrita. Hace dos semanas el Parlamento de Cataluña prohibió las corridas de toros en la comunidad a partir de 2012. Tras meses de reuniones parlamentarias que incluían a políticos, ecologistas, filósofos y expertos (¿?) llegó el día de la votación con el resultado ya conocido. No a la tortuta, no al maltrato, no a la humillación animal para obtener placer: esta era la base de todos los argumentos de los políticos que salían sonrientes tras el pleno.

Todo era mentira. Excusas. El verdadero objetivo de aquella votación no fue más que el hecho de decidir si a los que no nos gustan los toros -son realmente deprimentes y vergonzosos- podíamos prohibir a aquellos que si disfrutan, con lo que consideran una fiesta, seguir haciéndolo. Una especie de juego de a ver quien la tiene más larga recubierto de tintes nacionalistas y populistas y envuelto con el siempre maravilloso lazo del maltrato animal. Con purpurina.

No me parecería nada mal que el juego empezase a cambiar. Es más, me encantaría ver con mis propios ojos como la democracia, que pretende resultados extraordinarios con los votos de la gente ordinaria, se ve sustituida por otro sistema más eficaz. Pero aún falta mucho para eso y los tiros no van por ahí. Los tiros por desgracia simplemente los guía la estupidez, el complejo y la falta de interés general. Espero que leer esto dentro de unos años me sirva al menos para ver que la hipocresía es un mal endémico. O, si todo va bien, para sonreir cariñosamente al ver que vivo en una sociedad mejor.

martes, 10 de agosto de 2010

Presente de Indicativo. Primera persona, singular.

Si el objetivo de este blog, más allá de coger soltura en esto de machacar teclas, es poder conocer a modo de experimento como he ido evolucionando en mis ideas y objetivos ¿qué menos que explicar cuales son mis planes de futuro? Acabo de cumplir 24 años. No me puedo quejar. Vale que no seré un genio y que el Premio Nobel quizás esté fuera de mi alcance, pero los 23 no defraudaron: bien académicamente, sin sorpresas en lo familiar ni en lo social y, sobre todo, cada vez más convencido de que me quiero más que a nadie. Muy importante.

Ahora viene lo malo. Peligroso mejor dicho. Igual es mi afán de dramatizar cualquier época o detalle -siempre conmigo- pero el hecho es que creo que las decisiones que tome en esta época acabaran siendo decisivas en mi vida. Ya no tengo 18. No quiero volver a estar otros seis años, quien sabe si muchos más, arrepintiéndome de haber escogido algo que me entumece y no me llena. De seguir el camino fácil, de no querer más.

Me explicaré con mi teoría del tema. Dudosa y volátil, como todas. Las decisiones importantes tienen mucha más capacidad de dañar que de causar un bien. Si aceptamos que todos cambiamos de opinión constantemente, una decisión que suponga una atadura a largo plazo o con difícil vuelta atrás, en el mejor de los casos conseguirá dejarte como estás. Hipotecas, bodas, puestos de trabajo sin posibilidad de progresar. Soy muy fan de tropezar con cuantas más piedras mejor: casi siempre te hacen mejorar.

En cuanto a como encontrar lo genial soy más escéptico. Mandar un correo con tu currículum nada más despertarte o después de comer, pedirle fuego sonriendo a la rubia o a la morena. Suerte. Lo importante es que no falten ni e-mails ni sonrisas. Otra vez me quedo sin escribir nada de lo que tenía previsto, ni un solo plan de futuro, será en la siguiente, lo prometo. ¿Quién sabe si esto también será importante?

martes, 3 de agosto de 2010

¿Desea usted reiniciar ahora?



¿Qué pasaría si todo empezase otra vez? Y con todo me refiero a nosotros. Humanos. Estoy convencido de que hay absurdeces que sólo se mantienen por el hecho de que llevan haciéndose un montón de tiempo. Sólo los siglos son capaces de preservar según qué situaciones. O a mí así me lo parece, que es de lo que va esto.

Concretaré. Los funerales. Un montón de personas reunidas con el único objetivo de demostrar que la persona recién fallecida era lo suficientemente importante para ellos como para pasar la tarde allí. Porque nadie lo pasa bien. Ni los que realmente están sufriendo la pérdida, aún tan reciente, ni los que tienen que ir a dejar claro su pésame -me niego a hablar de lo que piensa el muerto-. Todos incómodos. Y seguimos haciéndolo: "Es lo que hay que hacer". Pocas frases me dan tanto pánico.

Si bien la situación es ya de por sí innecesaria, existen detalles que la hacen aún más escalofriante. Las hojas de firmas. No sé si es común o no, por suerte estoy casi limpio de este tipo de actos, pero existen. En los tanatorios, a la puerta de cada habitación, existe una hoja para quién lo desee pueda dejar constancia de que estuvo allí. Presente. ¿Cuál es el rancio objetivo de esto? Por más que me esfuerce se me hace imposible comprenderlo. No me imagino a ningún huérfano o viudo repasando la lista por la noche, intentando recordar mentalmente quien falla. No me imagino a nadie sintiendo algún tipo de alivio por llegar y firmar. Por haber cumplido. Creo que hay otras maneras de demostrar cariño bastante mejores. Y mucho más sanas.

Como siempre, se me fue de las manos: el ejemplo ganó al tema. Todavía me cuesta mucho sintetizar y poder obviar lo superfluo. Aún así la idea es clara: sin el constante paso del tiempo y la repetición de los hechos, hay muchas cosas que no serían así. ¿En qué época empezamos a tener miedo a estar solos y por qué? ¿Desde cuándo la dependencia nos llena? De niño no había cosa que más molestase que otro niño fuese a tu casa a tocar tus cosas. Que alguien invadiese tu pequeño espacio, tu corralito, el de nadie más. De mayores, a todos nos aterroriza alguna vez (en el mejor de los casos). ¿Cúando empezamos a vivir en pareja? ¿Y a casarnos?

No sé si algún día conoceremos cómo sería esto de otra manera o si seremos capaces de cambiarlo tan rápidamente como para que yo lo vea. Borrar toda la herencia cultural y empezar de cero. No sé si sería mejor o peor, pero nos libraría de bastante terror.

Pepe del futuro, ¿te acuerdas de lo especialmente estúpido y existencial que te ponías en agosto? Te encantaba.