miércoles, 17 de noviembre de 2010

Normalidad

Empecé con el blog por varios motivos. Uno de ellos era poder leerlo en el futuro, dentro de muchos años, y ver si me reconocía. Comprender mejor mi evolución. No es un gran momento personal, simplemente todo va dentro de lo común, que no normal. Recién licenciado con dificultades para encontrar un camino que le llene y le haga sentirse útil que aún vive en casa de sus padres. Lo dicho, quizás habitual, común, pero en absoluto normal o lógico. Esto no debería ser así.

Veo poco la televisión, no me entretiene. Tampoco me suele divertir el cine ni soy un melómano, escucho música muy variada y sin ningún criterio en especial. En general no soy fanático de casi ningún espectáculo, por lo que cada vez me aburre más el deporte profesional. Me cuesta mucho entender a la sociedad. No encajo. Ayer, mientras comía, pude ver el informativo de La Sexta. Guillermo, uno de los príncipes de la familia real británica, anunció que se casaría en 2011 con una chica que conoció en la universidad y con la que ya lleva un tiempo. La presentadora tildó la cuestión con una frase no muy lejana a "una de las noticias más importantes del año".

No dudo de que en el resto de informativos la noticia fue tratada de manera muy similar. Lo que me inquieta es que no me sorprende, que ya estoy acostumbrado. A nadie le importa realmente la vida de ese tío. Nos dan la noticia (o notición), nos dan esa conversación, y la gente lo habla, lo juzga y opina sobre ello. Nadie se preocupa de si realmente le interesa o no, simplemente entramos al juego. No pensamos, asimilamos. Ayer seguro que miles de familias españolas conversaron sobre el príncipe Guillermo y su chavala, seguro que incluso muchos nos acordamos de que muchas veces nos contaron las travesuras de su hermano pequeño. Menuda mierda.

Puede seguir habiendo países donde se viole una niña cada 20 minutos, pero hasta que algún medio de comunicación no considere infame que un escritor se ponga guarro hablando en un libro de dos niñas japonesas, nadie pondrá el grito en el cielo. Entonces ya sí. Ahí todos somos la hostia. Que es famoso y seguro que tiene dinero. No por mi reloj. ¿Qué hay miles de parados en nuestro país? Nos quejamos si nos toca de cerca o si no nos gusta mucho el color del gobierno. ¿Qué mil millones de personas pasan hambre? Eso ya no es cosa nuestra, "no podemos hacer nada, el mundo está así hecho". Pero que no nos digan que la "i griega" debería de llamarse "ye". Eso si que no.

Esta es la normalidad en Noviembre de 2010. Y será también la de Diciembre y la de todo el año que viene. La sociedad seguirá esperando su entretenimiento y la sociedad seguirá juzgando. Y a mí me aburre. Mucho.

jueves, 21 de octubre de 2010

Estupidez humana

Mi carrera nunca me resultó entretenida. Las teorías económicas, la contabilidad o las relaciones empresariales pueden tener su punto, como todo, pero por lo general no son muy amenas. Excepciones las hay, y una de ellas es la teoría de juegos. Mediante una serie de incentivos y procesos deductivos o inductivos, se estudian las decisiones que tomarían, por lógica, uno o varios individuos. Sirven tanto para situaciones empresariales en las que has de decidir si te conviene cooperar o no con otra compañía, como para crear la Deep Blue, máquina que logró poner nervioso a Kasparov tras el tablero. El juego más famoso es el dilema del prisionero, que demuestra como, sin información total por las dos partes, la lógica no lleva a la mejor solución.

A lo que voy. En una de las decenas de clases, de las distintas asignaturas donde veíamos estas teorías, optativa esta vez, el profesor sugirió uno de estos juegos. De los más sencillos. El supuesto de este juego presenta a dos individuos, desconocidos entre sí hasta ese momento y que nunca más van a tener relación una vez finalizado el juego. Uno de ellos tiene 100€ para repartir entre los dos de la manera que a él se le antoje. Si el otro acepta el reparto, cada uno se lleva su parte, pero si rechaza dicho reparto, ninguno se lleva nada: no hay posibilidad de negociación.

El profesor, una vez explicado el funcionamiento del juego, preguntó que reparto ofreceríamos nosotros. Me miró, movió las cejas, y no dudé: "99-1". Después de advertir que ninguna respuesta es científicamente mejor que otra, sino que depende del rollo de cada uno, me contestó que "casi". Varias filas más adelante, animada por el error, se giró una cabeza. La cabeza era de un chaval supuestamente modélico. Pelo de señor, ropa de señor, estudiante perseverante y probablemente dueño de un expediente que se rié del mío por delante y por detrás. Confiado, levantó la mano al mismo tiempo que dijo: "Pues a mí me dan por lo menos 40 o lo rechazo". Leído con voz de gitana adulta gana en espectacularidad. Soy nervioso de por si y el tío me ofendía: me saltó el automático. Dudaba que si fuesen millones de euros hiciese lo mismo y, sobre todo, la posibilidad de que el chaval tuviese en cuenta para tomar la decisión un supuesto "orgullo" ante un individuo que, según la hipótesis, nunca volvería a ver, me daba escalofríos.

Una vez terminada la discusión, el profesor comentó dos cosas. La primera, que él, racionalmente, hubiese propuesto de reparto 100-0, sin dolor; la segunda, que un tal Carlo M. Cipolla demostró, con un estudio, que la mayoría de la gente no aceptaría un reparto en el que no se le ofreciese al menos un 30% del dinero total. Dicho estudio fue parte de la investigación en la que se basó para crear
Las leyes fundamentales de la estupidez humana. Según Cipolla, el que rechazase cualquier tipo de reparto, incluso en el que no se le ofreciese nada, es un estúpido, según enuncia en su Tercera Ley Fundamental (o de Oro), al igual que el que crea cualquier daño a otro sin ganar nada a cambio e incluso incurriendo en pérdidas.

La clase siguió, el chaval miró para el suelo hasta el final y yo me sentí campeón. Ahora, el imbécil, con su expediente, se estará hinchando. Quizás nada más acabar la carrera varias empresas lo llamaron sorprendidas por su ficha. Igual llega lejos con sus náuticos y con su orgullo. Que le vaya bien, no lo quiero cerca.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Síndrome de Diógenes


Primera imagen que aparece en Google Imágenes al introducir "Síndrome de Diógenes"


No, aún me queda. Sigo duchándome, mi habitación sigue decente y el aislamiento social no acaba de convencerme. No trata de eso. Hoy me apetecía escribir sobre el filósofo al que se refiere este transtorno y sobre cómo la sociedad influye en el lenguaje, y viceversa. A mí me asusta.

Diógenes de Sinope, discípulo de Antístenes -fundador de la llamada escuela cínica-, vivía en una tinaja y sus únicas pertenencias hasta su muerte fueron una manta, un zurrón y un bastón. Tiempo atrás también se servía de un cuenco, pero un día, al ver a un niño beber de una fuente ayudado solamente por sus manos, decidió que el cuenco también le sobraba. Esta manera de vivir, con tan solo lo indispensable, no era más que la propia imagen de su filosofía. Para Diógenes los bienes materiales eran una forma de esclavizar a la sociedad, rechazaba lo supérfluo como forma de conseguir la felicidad. Además del profundo hastío hacia todo lo material, Diógenes renegaba y se burlaba de los usos sociales, de lo convencional, de lo "bien visto".

En un principio puede parecer una locura, los mismos atenienses se burlaban de él. Quizás sea demasiado tarde para aceptar la extrema austeridad, pero no le faltaba razón. ¿Realmente la sociedad y la tecnología sirven para satisfacer nuestas necesidades? ¿O, por el contrario, son ésta sociedad y su tecnología las que se encargan de que necesitemos cada vez más? El huevo y la gallina.

A mis 24 años, me siento intranquilo cuando salgo a la calle sin el móvil en el bolsillo. Estoy seguro que la satisfacción que sentía los primeros días, al saberme perfectamente localizable, no compensa con la desazón que me produce hoy cuando no lo saco. Si la innovación nos parece mucho menos relevante que la futura supuesta involución, quizás debamos plantearnos si debemos utilizarla.

¿Quién se compra hoy un coche sin elevalunas eléctricos? ¿Quién no tiene un teléfono móvil con cámara, vídeo y quizás localizador gps? ¿Cuántos tenemos un iPod? ¿Cuántos tuvimos además Walkman, Discman y reproductor mp3? ¿Cuántos sufren si no pueden ver su programa preferido en HD y en pantalla plana? Somos imbéciles.

La evolución tecnológica es necesaria, es evidente, pero no así. A septiembre de 2010, un joven español puede presumir de haber tenido en sus manos un montón de productos tecnológicos. Tan modernos como necesiaramente sustituibles al poco tiempo. Innovaciones para consumir, para gastar, que nos esclavizan. Si ese joven español tuviese hoy un hijo, y éste fuese al mismo colegio que su padre, seguiría manchándose las manos al escribir con tiza sobre la pizarra y seguiría cargando con 7 kilos de libros cada día. Eso sí, podría elegir si llevar sus libros a la espalda o en una de esas mochilas con ruedas. Ahí si hemos evolucionado. Así es nuestra sociedad, la misma que hace que en nuestro lenguaje, las palabras cínico y Díogenes, tengan connotaciones nefastas. Y no deberían.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Con malos humos


Ya no habrá bares de fumadores y de no fumadores en el País Vasco. (...) La presencia de un menor impedirá incluso fumar en algunos ámbitos privados como el interior de un coche, y los empleados (y algunos pacientes) de los hospitales y centros médicos que siguen aspirando humo en habitaciones especialmente habilitadas o en los patios interiores o terrazas abiertas, deberán abandonar totalmente el edificio.

Así es como empieza la noticia. Euskadi se adelanta en la carrera prohibicionista nacional. No se podrá fumar en ningún lugar cerrado de carácter o uso público (término muy discutible), en ningún recinto -incluyendo zonas al aire libre- dedicado a usos sanitarios o formativos, ni tampoco en, atentos, "cualquier tipo de transporte privado como por ejemplo el coche, donde estén presentes menores de edad". Resumiendo: fuera bares y restaurantes para fumadores (me encantaría ver la cara de ese hostelero que en su día acondicionó su local para adecuarlo a las normas), fuera pitillo entre clase y clase a no ser que te salgas del campus a la carrera, y olvídate de fumar en el coche -sí, en tu coche- si hay algún menor presente.

Lo enfocaré. Fumo. Me gustaría no haber fumado nunca y que nadie de los que me rodean lo hiciese. Recuerdo cuando empecé la carrera y los alumnos apuraban sus últimas caladas a la puerta de clase y me parece propio de otra época. Veo los ceniceros que sobreviven en los autobuses más antiguos y me preocupa la lenta renovación de la flota de los mismos. Bien prohibido. El humo puede ser muy molesto para cualquiera y no es de recibo obligar a nadie a tragárselo por el mero hecho de estar al lado de un fumador sin poder evitarlo. Estoy de acuerdo.

El problema no es decidir si el tabaco es bueno o malo, está claro, ni tampoco el hecho de preservar la tranquilidad de quien no quiera cruzarse con nubes de humo, es lícito y conveniente que se de la oportunidad de respirar tranquilo a quien así lo desee. El problema es la locura, la eterna exageración absurda de este país. ¿Qué te molesta el humo mientras bebes un café o cenas? No vayas a una cafetería donde esté permitido fumar ni reserves mesa en un restaurante de fumadores. Así de fácil y lógico. Cuando este proyecto de ley salga adelante, en Euskadi no habrá locales de ocio en los que se pueda fumar. En Euskadi, sin embargo, si habrá locales de ocio en los que podrás intercambiar sexo por dinero con chicas previsiblemente explotadas. En algunos países de la Union Europea, estos locales están regulados. En esos mismos países existen locales para fumadores de marihuana. Paradójico.

El segundo punto fuerte de la reforma pasa por una novedad importante. Prohibir fumar también al aire libre si éste aire libre comprende recintos sanitarios o educativos en los que puedas encontrarte con un menor. Discutible. Entiendo que ver a alguien fumando a las puertas de un hospital pueda parecer extraño, pero no sé qué daño hace a nadie -fumador aparte-. Como tampoco veo lógico que un fumador universitario no pueda salirse al patio si le apetece fumar. El Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo "cree que es necesario para proteger a los menores del humo y, casi más importante, para que los niños no se acostumbren a ver el tabaco como algo normal". Peligro. No sabía nada de este Comité, ni ganas que tenía, pero que decida por mí lo que es normal o no, me parece preocupante.

Pero lo mejor es lo del transporte privado. No podrás fumar en tu coche habiendo menores. Totalitarismo puro y duro. Personalmente me parece una locura. ¿Quién es el Estado para decidir lo que hace cada uno en sus propiedades? "La nueva ley colocará a Euskadi en la vanguardia de las comunidades y países que velan activamente por la salud de la ciudadanía" Gemma Zabaleta, consejera vasca de Empleo y Asuntos Sociales. No sé como reaccionará la gente. Temo que la gran mayoría entre en el estúpido debate entre fumadores y no fumadores como si discutiese entre Madrid o Barcelona o entre dos de las aspirantes al tronista de turno. Esto es así, y es peligroso. La libertad de cada uno es importante y esta ley es interpretable de muchas maneras, pero nunca como vanguardista.

martes, 31 de agosto de 2010

¿Presumes o careces?

Soy muy de la teoría del absurdo. Es fácil. Llevar una situación habitual a términos exagerados conlleva partir de la falta de rigor absoluta, sí, pero si algo falla en el extremo, suele chirriar también en lo común. ¿Pulsarías un botón rojo por 100€ sabiendo que morirá una persona al azar en el mundo? ¿Y cien muertos por 10.000€? ¿Lo equivalente al holocuasto y forrarte en euros? Stop.

Algo parecido pasa con las loterías. Excepciones al margen, el dinero que ganarías al haber adquirido todos los boletos o combinaciones posibles, asegurándote todos los premios, sería claramente inferior al que te habrías gastado cubriendo todos los posibles resultados. ¿Merece la pena?

En términos numéricos la teoría del absurdo se entiende a la primera, pero suele ser aún más aterradora sin cifras de por medio. Demostración. Todos presumimos y no me parece mal, es casi inevitable -aún creo en Darwin-, la cuestión es sobre qué. El repertorio es infinito: he visto a gente jactarse de calzar un 47, allá cada cuál, cada uno es libre de saber qué y cómo lo busca, pero a veces se da con el efecto contrario al deseado.

Tiempo atrás, no hace ni un siglo, las diferencias entre nosotros eran mucho mayores, presumir y dar a conocer tu buena posición era común y, con valores cuestionables, aconsejable. Las cosas han cambiado, existen las mismas diferencias, pero lo importante lo tenemos casi todos asegurado. En juego sólo queda el lujo. Aún así, sigue siendo más o menos habitual ver a gente presumiendo de estos lujos. Y digo presumir, no utilizar. Me cansa la falsa modestia y creo que hay que gastar y aprovechar lo que se tiene. No voy por ahí.

Voy al absurdo. A si merece la pena. ¿Es interesante dar a conocer de primeras a la gente de la que te rodeas tu currículum de posesiones o facilidades? Cada vez se ve menos y lo entiendo, estoy convencido de que, desgraciadamente, los braguetazos seguirán uniendo y que Andrés no dejará de ser popular por el interés, pero no es rentable. El absurdo es genial.

Imaginad a Manolo, modesto coruñés; ganador de un safari por Kenia en un sorteo de Carrefour, saliendo del jeep, metiéndose entre la gente. La situación es totalmente nueva para él y Manolo, agradecido por el recibimiento que le han ofrecido, cree que es el momento de agradarles. No sabe cómo pero Manolo quiere parecer un tío amable, ganárselos para siempre. Convencido, Manolo empieza a explicarles a los indígenas que, con lo que él se gasta en la tragaperras a la hora del café, podrían comer todos los pueblos en 50 km a la redonda durante un par de años. Es más, insiste, si él y sus amigos dejasen de fumar y donasen los ahorros a la causa, quizás en unos años en Kenia la esperanza de vida alcanzase los 45.

No sé nada de sociología. Menos aún de sociología keniata: la reacción de dicho pueblo me parece totalmente imprevisible. Eso sí, si tuviese que apostar, creo que antes de ver a un grupo de indígenas contentos y con ganas de juntarse y seguir escuchando a Manolo, estaríamos más cercanos de un nuevo 11-S, esta vez contra la torre de Hércules. Y yo lo aplaudiría.

jueves, 19 de agosto de 2010

Future simple

Mis veranos ya no son lo que eran. No me domina la rutina. Hasta este verano, y desde que soy consciente, a estas alturas siempre sabía lo que me esperaba cuando el sol se apagara. Exámenes de septiembre, ponerme objetivos casi siempre incumplidos de aprobar tantas asignaturas, e ir de fiesta en fiesta sin pensar en nada más.

Pero ya no es así. Ahora estoy solo, la inercia ya se fue. Dependo de mí y no de lo supuesto. Una vez acabada la carrera es momento de tomar decisiones. El camino obvio no me gusta. No tengo ningún interés en ponerme en plan aspersor a escupir currículums. Trabajar en algo de lo mío me da pereza, y acercarme al inevitable futuro de nómina, familia y paella los domingos me da poco menos que escalofríos. Sudores fríos.

Lo que realmente quiero es pasarlo mal: probarme. Yo me entiendo. El cuerpo me pide irme y no depender de nadie más que de mi mismo, conocer sitios y también personas, sobre todo eso. Lejos. Fumar cigarrillos en tres caladas por los nervios. Tenía que buscar, que elegir, y no sabía ni como empezar. Como siempre, dependí de los detalles, mi futuro más cercano pasa por conseguir acceso a dos masters que conocí por casualidad.

Periodismo en El País o Comercio Exterior con beca de dos años en el extranjero posterior. El primero me asegura no arrepentirme de no haberlo intentado y el segundo me ofrece vivir la que sería la experiencia más importante de mi juventud. Ambos constan de pruebas de acceso. Para el de El País debería de escribir un buen artículo sobre por qué quiero estudios periodísticos y luego seguir cumpliendo en varias entrevistas en español y en inglés. Para el segundo hay que pasar cuatro pruebas y estar entre los 250 mejores. El mayor corte está superado, pero en unas semanas tengo el examen de inglés: mi punto débil. Vale que domino el inglés más que la media española, correcto, pero me veo lejos del supuesto nivel del examen. Confío en la España profunda y en el agravio comparativo.

En caso de poder elegir a día de hoy me veo más cercano al segundo, es más difícil acceder y me asegura, si todo sale bien, al menos tres años más de vitalidad: un año en Madrid y otros dos fuera de España. Desecharía la opción periodística directa, pero ¿y si me aceptan artículos que enviase desde mi por qué no exótico destino? Si no creo yo en mí, no van a creer los demás. Y harían mal.

Otra posibilidad tampoco descartable es no poder entrar este año a ninguno de ellos. Sería volver a sentirme solo, volver a pensar. Pero quizás me apetezca vivir puteao una temporada en por ejemplo Londres. Sirviendo gin tonics. En fin, incertidumbre extrema y ausencia total de consciencia de dónde me despertaré dentro de seis meses. Sí, creo que empieza lo bueno.

viernes, 13 de agosto de 2010

De palomas, toros, y demás hipocresías


El Ayuntamiento barcelonés acaba de adjudicar a la empresa Colomba Control el contrato para la captura y sacrificio de 64.700 palomas hasta diciembre de 2011, que se sumarán a las 23.000 que se han eliminado en lo que va de año.

Las aves son capturadas por medio de redes y jaulas trampa en las zonas de mayor presión urbana de estos animales para posteriormente ser asfixiadas con C02.


Hace tan solo unos meses esta noticia habría pasado inadvertida para la sociedad, colectivos en defensa de los animales al margen. La superpoblación de estas aves en Barcelona, con una densidad muy superior a la habitual e incluso a la recomendable, necesitaba de medidas de actuación. De exterminación. Es algo que personalmente entiendo perfectamente. Las palomas en exceso son molestas y según que expertos insalubres. Invaden nuestro placer. Fuera con ellas.

¿Por qué toma importancia entonces la noticia? Por lo hipócrita. Hace dos semanas el Parlamento de Cataluña prohibió las corridas de toros en la comunidad a partir de 2012. Tras meses de reuniones parlamentarias que incluían a políticos, ecologistas, filósofos y expertos (¿?) llegó el día de la votación con el resultado ya conocido. No a la tortuta, no al maltrato, no a la humillación animal para obtener placer: esta era la base de todos los argumentos de los políticos que salían sonrientes tras el pleno.

Todo era mentira. Excusas. El verdadero objetivo de aquella votación no fue más que el hecho de decidir si a los que no nos gustan los toros -son realmente deprimentes y vergonzosos- podíamos prohibir a aquellos que si disfrutan, con lo que consideran una fiesta, seguir haciéndolo. Una especie de juego de a ver quien la tiene más larga recubierto de tintes nacionalistas y populistas y envuelto con el siempre maravilloso lazo del maltrato animal. Con purpurina.

No me parecería nada mal que el juego empezase a cambiar. Es más, me encantaría ver con mis propios ojos como la democracia, que pretende resultados extraordinarios con los votos de la gente ordinaria, se ve sustituida por otro sistema más eficaz. Pero aún falta mucho para eso y los tiros no van por ahí. Los tiros por desgracia simplemente los guía la estupidez, el complejo y la falta de interés general. Espero que leer esto dentro de unos años me sirva al menos para ver que la hipocresía es un mal endémico. O, si todo va bien, para sonreir cariñosamente al ver que vivo en una sociedad mejor.

martes, 10 de agosto de 2010

Presente de Indicativo. Primera persona, singular.

Si el objetivo de este blog, más allá de coger soltura en esto de machacar teclas, es poder conocer a modo de experimento como he ido evolucionando en mis ideas y objetivos ¿qué menos que explicar cuales son mis planes de futuro? Acabo de cumplir 24 años. No me puedo quejar. Vale que no seré un genio y que el Premio Nobel quizás esté fuera de mi alcance, pero los 23 no defraudaron: bien académicamente, sin sorpresas en lo familiar ni en lo social y, sobre todo, cada vez más convencido de que me quiero más que a nadie. Muy importante.

Ahora viene lo malo. Peligroso mejor dicho. Igual es mi afán de dramatizar cualquier época o detalle -siempre conmigo- pero el hecho es que creo que las decisiones que tome en esta época acabaran siendo decisivas en mi vida. Ya no tengo 18. No quiero volver a estar otros seis años, quien sabe si muchos más, arrepintiéndome de haber escogido algo que me entumece y no me llena. De seguir el camino fácil, de no querer más.

Me explicaré con mi teoría del tema. Dudosa y volátil, como todas. Las decisiones importantes tienen mucha más capacidad de dañar que de causar un bien. Si aceptamos que todos cambiamos de opinión constantemente, una decisión que suponga una atadura a largo plazo o con difícil vuelta atrás, en el mejor de los casos conseguirá dejarte como estás. Hipotecas, bodas, puestos de trabajo sin posibilidad de progresar. Soy muy fan de tropezar con cuantas más piedras mejor: casi siempre te hacen mejorar.

En cuanto a como encontrar lo genial soy más escéptico. Mandar un correo con tu currículum nada más despertarte o después de comer, pedirle fuego sonriendo a la rubia o a la morena. Suerte. Lo importante es que no falten ni e-mails ni sonrisas. Otra vez me quedo sin escribir nada de lo que tenía previsto, ni un solo plan de futuro, será en la siguiente, lo prometo. ¿Quién sabe si esto también será importante?

martes, 3 de agosto de 2010

¿Desea usted reiniciar ahora?



¿Qué pasaría si todo empezase otra vez? Y con todo me refiero a nosotros. Humanos. Estoy convencido de que hay absurdeces que sólo se mantienen por el hecho de que llevan haciéndose un montón de tiempo. Sólo los siglos son capaces de preservar según qué situaciones. O a mí así me lo parece, que es de lo que va esto.

Concretaré. Los funerales. Un montón de personas reunidas con el único objetivo de demostrar que la persona recién fallecida era lo suficientemente importante para ellos como para pasar la tarde allí. Porque nadie lo pasa bien. Ni los que realmente están sufriendo la pérdida, aún tan reciente, ni los que tienen que ir a dejar claro su pésame -me niego a hablar de lo que piensa el muerto-. Todos incómodos. Y seguimos haciéndolo: "Es lo que hay que hacer". Pocas frases me dan tanto pánico.

Si bien la situación es ya de por sí innecesaria, existen detalles que la hacen aún más escalofriante. Las hojas de firmas. No sé si es común o no, por suerte estoy casi limpio de este tipo de actos, pero existen. En los tanatorios, a la puerta de cada habitación, existe una hoja para quién lo desee pueda dejar constancia de que estuvo allí. Presente. ¿Cuál es el rancio objetivo de esto? Por más que me esfuerce se me hace imposible comprenderlo. No me imagino a ningún huérfano o viudo repasando la lista por la noche, intentando recordar mentalmente quien falla. No me imagino a nadie sintiendo algún tipo de alivio por llegar y firmar. Por haber cumplido. Creo que hay otras maneras de demostrar cariño bastante mejores. Y mucho más sanas.

Como siempre, se me fue de las manos: el ejemplo ganó al tema. Todavía me cuesta mucho sintetizar y poder obviar lo superfluo. Aún así la idea es clara: sin el constante paso del tiempo y la repetición de los hechos, hay muchas cosas que no serían así. ¿En qué época empezamos a tener miedo a estar solos y por qué? ¿Desde cuándo la dependencia nos llena? De niño no había cosa que más molestase que otro niño fuese a tu casa a tocar tus cosas. Que alguien invadiese tu pequeño espacio, tu corralito, el de nadie más. De mayores, a todos nos aterroriza alguna vez (en el mejor de los casos). ¿Cúando empezamos a vivir en pareja? ¿Y a casarnos?

No sé si algún día conoceremos cómo sería esto de otra manera o si seremos capaces de cambiarlo tan rápidamente como para que yo lo vea. Borrar toda la herencia cultural y empezar de cero. No sé si sería mejor o peor, pero nos libraría de bastante terror.

Pepe del futuro, ¿te acuerdas de lo especialmente estúpido y existencial que te ponías en agosto? Te encantaba.

jueves, 29 de julio de 2010

Prohibido prohibir

Ayer, 28 de Julio de 2010, el Parlamento de Cataluña acordó en votación prohibir las corridas de toros en la comunidad a partir de 2012. Noticia histórica, dicen.

Para empezar, y para calmar nervios, explicaré mi postura sobre los toros, aunque para mí es lo menos importante de la noticia. No me gustan los toros, nunca estuve en una plaza y, aunque no me negaría, no está en mi lista de objetivos prioritarios a cumplir. Me parece un espectáculo bastante casposo y trasnochado, aburrido, demasiado folclórico. Para nada lo considero una fiesta y mucho menos mi fiesta nacional. Me avergüenzan, como casi todos los injustos tópicos españoles.

Como veis, el tema te puede no gustar ni un pelo sin nombrar en ningún momento el sufrimiento del animal. No me preocupa. No se me atraganta la merienda viendo como rematan al toro, si bien me parece una imagen desagradable. Centrar los esfuerzos en los derechos de los animales (¿?) me parece respetable pero hipócrita estando como están muchos de 'los nuestros'.

Insisto, esto no me parece lo más importante del tema. Prohibir que se celebren estas corridas es hacer ver que una moral es mejor que otra. Un juicio de valor. Esto es lo que me parece histórico de la noticia. Estamos dando por hecho que unos somos mejores que otros, amparados en el sufrimiento animal hoy, a saber en qué mañana. Siguiendo la teoría de llevarlo al extremo o al absurdo, en unos años podremos prohibir la telebasura apoyándonos en que embrutece, beber alcohol basándonos en que es claramente perjudicial para el que lo toma, o, por supuesto y siguiendo la lógica, obligarnos a subsistir alimentándonos a base de pastillas con los nutrientes suficientes para vivir sin que ningún animal muera en el intento. Hay un trecho en la comparación, es un absurdo, pero es el mismo camino. Los amantes de la tauromaquia disfrutan con el sufrimiento animal por puro placer. ¿Realmente nosotros comemos sólo por necesidad? Ja.

Lo peor del caso es que todo esto no son los primeros pasos de una vuelta de tuerca a la democracia. No estamos empezando a medirnos intelectualmente obviando el hecho de que la libertad de cada uno empieza donde toca la libertad de los demás. Que no estaría mal, igual que hay gente que salta más que otra, hay gente con mejor capacidad de decisión que otra. Pienso que dentro de unos cuantos años, siglos tal vez, la democracia como hoy la conocemos será recordada como un sistema tan anacrónico como las dictaduras militares o los reinados medievales. Otro día lo explicaré, si me apetece.

El verdadero motivo de esto es lo especialmente enferma que está la política en Cataluña. Al hecho de que el 90% de los políticos españoles nacieron en una dictadura, con lo que ello conlleva, hay que añadirle la causa nacionalista, surgida de intereses únicamente económicos pero vendida como intereses culturales. Tocar la fibra. El tiempo pasará y esto mejorará, pero me preocupan dos cosas. La primera de ellas es que nosotros, los jóvenes, tengamos casi tantos prejuicios y miedos para pensar y juzgar como nuestros padres. Nosotros ya nacimos 'libres', no tenemos excusa. La segunda es el complejo que tienen algunos españoles no catalanes en estos temas. No sólo no rechazan por completo su supuesta culpabilidad en la inexistente opresión actual, si no que algunos les comprenden. Miedo al cliché. El español facha y opresor. Conmovedor.

Prohibir es algo muy delicado y que deberíamos de analizar. Ojalá en un futuro no haya corridas de toros, pero que sean el tiempo y nuestra cultura las que lo lleven al olvido. Démosles una lección. Una muerte digna.


lunes, 26 de julio de 2010

Ídolos



Nunca he sido de idolatrar, casi siempre me guío por gustos irracionales y que dependen más del detalle que de la trayectoria. Mi rojiza piel avilesina tiene bastante de eso que llaman cultura latina: soy muy de impulsos. Quizás demasiado.

Evidentemente, aunque de base irracionales, casi todos mis favoritos tienen un denominador común: rara vez son líderes. Ir con el ganador, con el más guapo, con el que más tiene, resta del resultado final un porcentaje enorme de alegría. Una victoria inesperada es mil veces más placentera que una probable. Alex Zülle -miope ciclista suizo de los 90-, el Inter de Milán, o el mismo Luigi, hermano de Mario. Personajes o equipos grandes y admirados, pero más habituados a la segunda que a la primera fila. Con algo de malditos. En los 60 hubiese sido de Ringo.

Para confirmarlo tuvo que llegar la excepción. No me acuerdo de cómo pasó, la metástasis fue paulatina, pero al fin llegó el día: yo ya no era del Madrid, mi equipo debía de ser el Avilés. No sé si influyó más el hecho de que el Real Madrid triunfase demasiado -me incomodan los buenos momentos-, que mi abuelo empezase a llevarme a ver algunos partidos a Llaranes o mi histórica -y a menudo enfermiza- defensa de todo lo relacionado con Avilés. Pero es mi único sentimiento que puedo defender con razón (mi razón): me gusta el fútbol y soy de aquí. Nunca la lógica aplastante es tan romántica como en el deporte.

No sé si me quedan ídolos por conocer, empecé diciendo que me cuesta creármelos, pero estoy casi seguro que con ninguno, si llega, alcanzaré el nivel de admiración que tuve, tengo y tendré por Raúl. Ningún deportista español llegó tan lejos con tantas limitaciones. Ninguno de mis malditos ha conseguido tanto a base de ganas. No pienso entrar en discusiones con los antirraulistas, sé quienes son y por qué lo son, mucho menos si se consideran madridistas: no me apetece ponerme imbécil. Sólo lo hacen más grande.

Para acabar una idea que digo mucho y que no sé si se entiende. El fútbol es tan grande gracias a Ronaldinhos, Cristianos, equipos grandes y aficionados que se suben al carro en los buenos momentos. Sin ellos no llegaría tan lejos y su repercusión sería mucho menor, pero sin los románticos, entre los que me incluyo, el fútbol no existiría.

miércoles, 21 de julio de 2010

Vocaciones de verano


vocación.

(Del lat. vocatĭo, -ōnis, acción de llamar).

1. f. Inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de religión.

2. f. advocación.

3. f. coloq. Inclinación a cualquier estado, profesión o carrera.

4. f. ant. Convocación, llamamiento.



Dejando de lado todo lo relacionado con lo divino (espero poder arrepentirme de muchas ideas actuales en el futuro, pero no de esta) me intentaré centrar en lo que coloquialmente conocemos como vocación profesional.

No siento especial devoción por ningún tipo de profesional, de pequeño tampoco quise ser artista. Los únicos trabajos por los que quizás siento una especial admiración son médico, policia y profesor. De ellos depende lo más importante: salud, seguridad, educación. Y me asusta un poco. Creo que de las tres especialidades sólo la de médico está lo suficientemente valorada tanto en formación como en remuneración. Alguien cuya palabra vale más en un juicio y que usa pistola, así como alguien de quién depende la educación de los niños, debería de estar en lo más alto de la pirámide social.

Pero tampoco creo ya en esta pirámide. Está claro que aún existen grandes diferencias económicas entre nosotros, no así entre países, tema horrible donde los haya, pero creo que la clase media cada vez es mayor. Lo del hambre, la salud y la ropa todos lo tenemos cubierto. Casi todos podemos estudiar lo que queremos. No es lo mismo una mansión que 60m², ni unas vacaciones en Gandía que pasarte un verano en la Ruta 66, pero ya no es lo que era.

Claro que me pone poder viajar por todo el mundo y tener mi propio batín personalizado con mis iniciales en oro, claro que sí, ¿pero a qué precio? El trabajo condiciona más la vida de cualquiera que una hipoteca o una pareja, es lo que te va a tener ocupado la mitad del resto de tu vida, horas de sueño al margen. La clave es el tiempo. Recién licenciado en ADE -la carrera menos vocacional de todas-, a día de hoy, prefiero intentar pasar el resto de mi vida ocupado en algo que me motive a simplemente empezar a subir escalones cuanto antes. Aún no me importa nada de nada el coche del vecino. Cuestión de prioridades.

¿Y qué me motiva? Escribir lo que pienso. Contar cosas. Sería feliz pudiendo dar información acompañada de emoción. Es muy difícil conseguirlo, pero sólo imposible si no lo intento siquiera. Otro día explicaré mis planes, por ahora me conformo con colaboraciones como esta:

http://www.canalpatrimonio.com/es/noticias/?iddoc=57717

martes, 20 de julio de 2010

Dos besos. El porqué.

Empezar es lo que más me cuesta, para casi todo. Cuando algo es nuevo -ya sea de fondo o de forma- tienes que demostrar que vales desde el principio, aún sabiendo que con el tiempo serás bueno en ello. El riesgo a que salga mal está siempre ahí: vértigo.

Conmovedor ¿verdad? Pero no es así. O no del todo. Mi principal problema (hay varios) no es ese. Lo peor es la pereza. No formo parte de la Generación Ni-ni y soy bastante activo para lo que me motiva, llegando a obsesivo si el tema me pone de verdad, pero me falta constancia.

Voy con la presentación, que me lío. Hace ya tiempo que dejé de actualizar el fotolog, el mismo exactamente que llevo sin escribir nada creativo. Y me apetece. Además, existen otros dos culpables. El primero de ellos, y más profesional, es que debo escribir. A día de hoy aún creo en que mi futuro económico y por lo tanto vital debería de pasar por la escritura de cualquier tipo, así que desengrasar los dedos no estará de más. ¿Iluso? Tengo mucho de eso, lo iréis viendo. Todos tenemos, muchos aún creen en que se querrán para siempre.

El último motivo, quizás principal, es una especie de experimento personal: al loro, que vienen curvas. Mi yo y el de hace diez años no tienen nada que ver, aún menos si hablamos de mi yo de hace 5 años. ¿Cómo será el de dentro de diez años? ¿Y de 30? Escalofrío. La evolución personal aparte de inevitable creo que es necesaria, y si bien no sé hacia donde me lleva, creo que sí me gustará saber de dónde viene.

Cuando era un niño, mis padres, cada cierto tiempo me mandaban ponerme al lado del marco de la puerta de mi habitación para, con un lápiz, marcar con una línea en la pared mi altura y la fecha de la medición. Podrían haber elegido mi cumpleaños, el día de Navidad o el uno de enero, pero el intervalo de tiempo nunca era periódico, dependía más de la inspiración que de la constancia. Genético tal vez. Este es el porqué de este blog: ver lo que he crecido. Espero llegar tan alto como en la puerta.